Siempre me ha gustado el deporte, pero estarme una hora y media en el gimnasio nunca acabó de convencerme. Sentía que, según el día, mi cuerpo y mi mente necesitaban cosas distintas: a veces más intensidad, otras veces más suavidad. Al descubrir el Pilates, encontré ese equilibrio que me faltaba. Una forma de moverme con conciencia, sin impacto, sin exigencias forzadas, pero con resultados reales: fuerza, tono, movilidad y bienestar.
Soy una persona altamente sensible (PAS), y el Pilates ha sido clave para aprender a regular mi energía, reducir el estrés y bajar mis niveles de cortisol. No solo me ha transformado físicamente, sino que también me ha dado herramientas para escucharme y cuidarme mejor.
También trabajo desde casa, y como muchas personas hoy en día, paso muchas horas sentada. El Pilates me ha ayudado a cuidar mi postura, a liberar tensiones acumuladas y a mantenerme activa incluso en una rutina más sedentaria.
Todo esto me llevó a formarme como instructora y a querer compartir esta disciplina de una forma cercana y personalizada, adaptándola a las necesidades y objetivos de cada persona —algo que considero fundamental. Moverse un poco cada día es mi mantra, aunque solo sean 10 minutos. Mejor poco y constante que nada. Si buscas una práctica que respete tu ritmo y te haga sentir más fuerte, más ágil y más en calma, estás en el lugar adecuado.
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